jueves, 1 de diciembre de 2011

EL PLACER DE VIVIR BAJO UN MONTÓN DE ARENA

 ¿Estamos los peruanos condenados a vivir sobre lo maravilloso de la naturaleza?, es una cuestión que me la hago cada vez que me encuentro meditabundo, sobre el asiento de un bus en plena marcha hacia algún destino del Perú. Lo digo porque indudablemente "percibo" la belleza del paisaje en cada kilómetro que recorro, en alguna y casual aventura de vez en cuando. Pero duele también, y eso se "percibe" aún más, cuando el valor de la belleza y el valor de lo extraordinario se va desvaneciendo  gracias al  desinterés  y a la poca voluntad de cuidar algo que sorprendentemente es nuestro.  
Hace como unos 3 años inexactos, tuve la esporádica fortuna de llevar mi conciencia y estadía por el Sur del Perú, ahí me albergaba un puesto laboral en un conocido establecimiento de hospedaje. El destino era Ica, una ciudad rica en historia y cultura de la tradicional. Cerca de algunos días, ya empezaba a conocer un poco más de esta ciudad: algo comercial, regularmente poblada y extremadamente calurosa. Definitivamente un gran reto de adaptación para cualquier foráneo, exonerando a algunos norteños y selváticos de nuestro pais (por su clima parecido). Pero en definitiva, una gran experiencia, trabajar en un imponente hotel  con sus limitaciones gerenciales e ir explorando una ardiente ciudad. Y digo ardiente porque la presencia del sol en huacachina es eterna, tanto así que muchos hoteles hasta el día de hoy, ofertan dar una habitación gratis a cualquier huésped, el día que en Ica no se pueda ver el sol... 
En realidad, después de esto, no sabía lo que me esperaba. Gracias a un amigo (el barman del hotel) es que  llegué hasta allí y tuve la satisfacción de emprender una marcha hacia un lugar cerca, pero grande y desmedido a la vez. Me refiero al oasis más conocido del Perú y dubitativamente, creo también de Sudamérica, se está hablando de la insigne "Huacachina".
En la trayectoria se vislumbraba una belleza de dunas, imponentes ellas, atrapadas por el tiempo en mi parecer y con mucha energía producto de su simpatía, congenio y convivencia con ese sol fuerte y eterno que suele amanecer todos los días allá. El vehículo a utilizar fue una fresca y ruidosa moto taxi, que con esas puertas descubiertas propias de este vehículo, nos permitieron mitigar el calor  y sacar provecho a la vista. Después, en 5 minutos ya habíamos llegado, sintiendo ese calor abrasador y teniendo que dejarse acorralar por un imperio de dunas eminentes. Todo parece ilusión, palmeras gigantescas y vigorosas como si no les afectara el sol en lo absoluto, un suave y silencioso viento  acompañado de una laguna causante del ocio y relax de mas de cientos de turistas siendo este en su mayor magnitud, extranjeros.

Definitivamente, si de este lugar me preguntaran ¿De la Huacachina, con qué te quedas?, yo respondería que con su gente y con la sensación de paz y relax que se vive en ese increíble lugar. La infraestructura pública, por su lado, ha sido un generador de acceso para que mucha gente pueda llegar a ella y conocer un poco más de esta belleza,  fomentando el interés de la inversión privada, cooperando para que este atractivo sea un producto turístico con una demanda  casi estándar en todas las estaciones del año. Por ejemplo, es insólito que un restaurante o un establecimiento de hospedaje en Huacachina no tenga un bar o una piscina, y mejor aún si es al borde de alguna duna, ya que es la representación de la ironía por la naturaleza; estar regocijado sobre las aguas calmadas de una piscina, tomando un pisco sour en medio de un desierto donde lo único que alcanzas a ver es arena…
El movimiento comercial  es muy  dinámico, ágil y a la vez respetuoso con la tranquilidad del visitante. Hay en su mayoría, dentro de esta oferta turística, casas de alojamiento, restaurantes, discotecas, oficinas de información turística y agencias de viaje promoviendo en su 90 % el tema de deportes de aventura. Este tema es crucial para complementar de  manera excitante mi experiencia de viaje en el oasis de Huacachina. Pues tomar un tubular, y emprender un camino hacia la aventura con altos y bajos; con caídas y deslices; con frenos e inclinaciones encima de un terreno perfecto para el desarrollo de este deporte, es verdaderamente genial. Sin lugar a dudas son experiencias que dudo mucho encontrar un lugar para practicarlo a tal intensidad como la de esa vez, la verdad, lo dudo mucho. Pero aguarden, aún no se ha hecho mención de la sensación de adrenalina más increíble que un peruano en Huacachina pueda haber vivido. Sin sospechar la inclemencia del tiempo y la distancia del recorrido, nosotros en el tubular ya estábamos en la cima de alguna duna  por ahí y de muchas más que no se pudo llegar. La verdad, una vez terminado el recorrido en el tubular, una nueva emoción volvía a nacer dentro de mis sentimientos, una sensación con un poco de miedo y atrevimiento a la vez, porque cuando uno observa el paisaje y la altura de semejante duna,  la conciencia y la razón le murmuran al oído diciendo que esta oportunidad no se presenta a menudo y ya con ese auto consejo, el cuerpo y la mente están decididos  a deslizarse a más de 180 metros sobre una tabla enganchada a tus pies. Cada revolcón es parte del aprendizaje que todos deben atravesar, pero cada revolcón también es sinónimo de un gran dolor, dolor recompensado al fin. Después de tantos intentos frustrados pensaba que en alguno de ellos el momento llegaría; y así fue. Tomando una foto panorámica del abismo que me esperaba, la tabla empezó a deslizarse y la velocidad iba impregnándose en mi piel. Es increíble ver cómo puedes, al igual que el surf, tomar el dominio de algo imponente, de algo grande de la naturaleza.

Ya para concluir esta intensa experiencia sureña; tengo que admitir lo sorprendido que me dejo Huacachina al saber que tenía algo tan sorprendente a 5 minutos de mi trabajo sin sospecharlo. Ahora, que ya no estoy a 5 minutos de esto, y por el contrario, a cientos de kilómetros de distancia; lo único que me queda es plasmar mis sentimientos y emociones en estas líneas expresando que la vida a veces es un poco ingrata con uno. Porque por momentos,  la gente espera mucho de las lugares que en realidad no sabe si merecen la pena o no visitar. Huacachina fue una de mis mejores experiencias, esas las de nunca olvidar, y por esa sensación que me embarga,  hoy tengo la enorme oportunidad de invitar a todos los deseosos del disfrute, del gozo, de la adrenalina, del placer y del relax, pero acompañando todo  esto; sabiendo que es  de la casa, de nosotros y al fin, nuestro.  !Estas desperdiciando tu vida, si eres peruano y no te gusta viajar!

PAÚL ANTICONA GUTIERREZ

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